Una artísta en construcción.
Significados propios
Por Paula Isabella Vargas Pérez
Sobre La muerte del autor por Roland Barthes
La muerte del autor, es un texto teórico publicado en 1967; escrito por el filósofo, ensayista y semiólogo francés Roland Barthes.
En esta obra Roland Barthes (1915-1980) inicia citando Sarrasine del novelista francés Honoré Balzac; allí señala la incertidumbre que se produce en torno al propietario de esta mención y la imposibilidad de conocer su identidad. Declara un primer estamento en torno al cual va a desarrollarse este ensayo “La escritura es ese lugar neutro,...el blanco-y-negro en donde acaba por perderse toda identidad, comenzando por la propia identidad del cuerpo que escribe”.
De acuerdo con Roland Barthes cuando la escritura no se produce para una realidad concreta u objetivo directo es poseedora de una disidencia con el autor, allí se origina lo que él llama “La muerte del autor”, cuando inicia verdaderamente la escritura. No obstante cabe mencionar que no para todas las civilizaciones o culturas ha existido o se le una asignado una denominación individual al “autor”, esta concepción es mucho más reciente, está ligada a la ideología y al sistema económico imperante en la actualidad.
Nos propone un panorama bajo el cual desde la modernidad los autores gozan de un prestigio personal, esto trae consigo una idea errónea que posiciona a los literatos en el pedestal de “genios”; este estatuto es nutrido hasta por ellos mismos al unir su personalidad y vida íntima junto con su obra. Esta fusión provoca que el público asuma sus obras como una narración de la vida del autor y reduce la validez propia de cada una de ellas a un simple diario.
Para él Muchos han sido los que subvirtieron este sistema al proponer nuevas maneras de entender los relatos; entre ellos Mallarmé con sus aportaciones teóricas, Proust con su análisis aplicado a su propia vida, el movimiento surrealista con la escritura colectiva y por último el propia lingüística.
“Sustituir por el propio lenguaje al que hasta entonces se suponía que era su propietario”, un juicio donde se permita a la composición misma expresarse a favor de ella y del lector; de esta manera dejaremos de percibir estas creaciones como un simple ejercicio de registro de una realidad predeterminada. Por ello, limitar la función del autor al sujeto que simplemente inscribe las grafías es vital; en este caso él tiene relevancia únicamente cuando realiza este acto, ni antes, ni después. En consecuencia la significación del texto cambia radicalmente y suscita su propia cronología.
El escritor es quien puede llevar a cabo esta resignificación y es quien puede reemplazar al autor; al cambiar los estamentos el lugar que privilegia al crítico desaparece. De modo que la literatura se consagra a una “contrateología” la cual no es definida por la interpretación que le confiere un solo individuo.
Finalmente el protagonista pasa a ser el lector. Él es quien otorga lógica a las palabras inscritas por el escritor, en él se recobra el sentido de la múltiple significación de la obra y el valor perdido de la escritura vuelve a cada uno de nosotros.
Para concluir con el pensamiento de Roland Barthes debemos apropiarnos de nuestra visión, correspondemos al papel activo de lectores. Prohibamos excavar en la historia de alguien más para crear una imagen del escrito. No adoptemos una apreciación ajena guiada por nociones impropias. De esta manera podremos establecer una nueva relación entre las citas escritas y el imaginario que las interpreta.
REFERENCIAS:
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Barthes, R (1967).La muerte del autor. Recuperado de: https://www.dropbox.com/s/7a03p0jrg5ngf9d/Copia%20de%20barthes-la-muerte-del-autor.pdf?dl=0